DE LUGARES Y DIOSES







PRESENTACIÓN


Altivas, majestuosas, casi inalcanzables, las montañas siempre han significado un lugar sagrado, misterioso, lejano, cargado de connotaciones esotéricas y de proyecciones sobrecogedoras. Así, a poco que estudiemos los tiempos pasados, veremos que no pocas montañas eran la morada de poderosos dioses; de unos dioses ancestrales, primigenios, inmortales e inalcanzables en la conciencia de las gentes; temidos, respetados, venerados… El Olimpo, el monte Athos, el monte Cilene -cuna de Hermes-  Citerón… El monte Fuji, de los Shintoístas, el monte Kailash (con sus 6.638 metros de altitud) que, hasta el día de hoy, no ha sido escalado por respeto a las creencias hindúes y budistas… e, incluso, pueblos que vivían en islas, también tenían a sus montes por sagrados como, por ejemplo, el pueblo tahíno, en La Hispaniola, que creía firmemente que su dios del bien -Yukiyú- vivía en "un monte muy alto al nordeste de la isla" -¿el actual Pico Duarte?- dándose la curiosa circunstancia de que su dios del mal -Juracán- vivía al nivel del mar... Significativo. 



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En cualquier lugar en el que nos encontremos, por poca sensibilidad que hayamos tenido la oportunidad de desarrollar, siempre sentiremos una admiración sin límites ante esos paisajes aparentemente inhóspitos pero en los cuales, a poco que profundicemos en nuestro espíritu, se nos revelarán como algo que nunca hubiéramos creído que pudiera darse.


La montaña más alta del mundo, el monte Everest, sigue siendo un lugar sagrado para los Sherpas; el Chimborazo, en la República del Ecuador, era una “Huaca” o lugar sagrado; el Teide, “la montaña iluminada del Atlántico”…  Todas ellas fueron o son todavía morada de dioses; y ello sin contar que en la religión cristiana, así como en otras muchas religiones, siempre se ha escogido la montaña para representar los momentos más solemnes y trascendentales. Sin ir más lejos, podemos citar el monte Ararat, el Sinaí, e, incluso, a lugares relativamente llanos se les bautiza como montes por un convencimiento de su mayor solemnidad, como pueda ser el llamado monte de los Olivos. 

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La escalada en hielo es una de las formas más fascinantes de ascender por las montañas. Comprobar que lo que evita que caigamos son unos pocos milímetros de nuestros crampones, es algo que sube la adrenalina. Cada una de las subidas configuran momentos irrepetibles.

Dijo Lord Byron: “Montañas, por qué hay en vosotras tanta belleza”. Pero no es ésta la única expresión en tal sentido que podemos hallar a poco que indaguemos por libros y fuentes al efecto… Alguien afirmó en una ocasión: “El camino de la montaña, como el de la vida, no se recorre con las piernas, sino con el corazón”…
Reinhold Messner ha sido la primera persona del mundo en escalar los catorce ochomiles y, en compañía del austríaco Peter Habeler, fue también el primero en escalar el Everest sin oxígeno. Pues bien, cuando en aquella ocasión descendieron de vuelta hasta el campo base, Habeler dijo: “Yo no he conquistado el Everest; simplemente, él me ha dejado estar allí”.
Esta frase que pudiera parecer un poco ampulosa, no lo es en absoluto; porque para el montañero, para el alpinista, para el que conoce y ama la montaña, ésta es un ser que tiene espíritu, que tiene una naturaleza desconocida pero que sentimos que está ahí, que se comunica con nosotros, que nos transmite emociones y que establece un lazo imperecedero de amistad. ¿Por qué subir a las montañas? ¿Para qué cansarnos y poner muchas veces en peligro nuestras vidas? ¿Qué obtenemos con ello? Muchos contestarán que nada, que los alpinistas, los montañeros son “unos locos” que se esfuerzan por conseguir algo que cuando es alcanzado lo tienen que dejar. ¡Pobres! Pobres de espíritu y de mente. No llegan a comprender que sólo se ama aquello que se conoce en profundidad, aquello con lo que hemos establecido una relación anímica tan fuerte que ya sea imposible su separación. La montaña es algo inmaterial que se pone en contacto con nosotros cada vez que hollamos sus cumbres. La montaña es un ser vivo que siente y que muestra sus furias o sus calmos momentos. La montaña vive y transmite vida e ilusión como recompensa de los que suben a hacerla compañía, a sentirla, a hablarla. 



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La soledad es inseparable de la alta montaña... Pero el montañero, el alpinista, sabe que no está solo; sabe que la montaña es una fiel compañera con la cual puede comunicarse en un silente dialogo. Todo el que conoce la alta montaña es consciente de que esas rocas, esos hielos, esas nieblas, esas nieves pueden transmitir mensajes al humilde montañero. Unas veces, le deja subir y otras le dice que espere.

No sabremos muy bien el porqué, pero cuando estamos entre los riscos, en las elevaciones níveas rodeados por blancos escarpes, con vientos muchas veces huracanados, con temperaturas bajo cero que nos hielan la respiración, cuando nuestra barba proyecta carámbanos de hielo y las comisuras de los labios se niegan a despegarse, cuando apenas si vemos a pocos metros por delante de nosotros, cuando nuestras piernas se hunden en la nieve hasta la rodilla en cada paso que damos, cuando, metidos en nuestro vivac escuchamos el silbo profundo, resquebrajado, furioso del viento, cuando nos tenemos que golpear las manos una contra la otra, aun dentro de nuestras manoplas, es cuando sentimos más cerca la presencia de la montaña, su comunicación con nosotros, el diálogo que se establece en una silente reflexión mutua. La montaña, en definitiva, tiene vida y esa vida se comunica con aquellas personas que saben escuchar; con aquellas personas que saben sentir su presencia. La recompensa, en esos momentos, es difícilmente descriptible.
La montaña no solamente se mira, sino que se siente en lo más profundo de nosotros mismos.


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La montaña llamada Nevado Chopicalqui, situada en la Cordillera Blanca, en Perú,  nos impresiona por la belleza de sus líneas. Con sus 6.354 metros de altitud es todo un desafío que se acepta con ilusión.


En este blog pretendemos dar algunas pinceladas de ese maravilloso mundo; bien con la descripción de rutas senderistas al alcance de muchas personas o bien con la descripción de incursiones en las níveas alturas. Esperamos que el curioso internauta disfrute con ello y, al menos, comprenda un poco mejor el maravilloso mundo que rodea a esta actividad deportiva; una actividad que trasciende mucho más allá de la simple caminata o del simple ejercicio físico; porque, en definitiva, subir a la montaña, algún día llegaremos a entenderlo plenamente, es aprender a conocernos a nosotros mismos. 


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"Su majestad el Everest". En Nepal recibe el nombre de Samarghata (que significa "la frente del cielo") y en China recibe el nombre Chomolugnma (con la significación de "Madre del Universo"). Sus 8.848 metros de altitud sobre el nivel del mar lo convierten en la montaña más alta de la Tierra.

Recordemos siempre aquello que dijo el alpinista francés Maurice Herzog: “No es más quien más alto llega, sino aquel que influenciado por la belleza que lo envuelve, más intensamente siente”. Nunca lo olvidemos.
trucos blogger

3 comentarios:

  1. hola amigo me gustaria saber màs de ti tus fotos son hermosas me encanta la naturaleza saludos desde ecuador mònica besos espero saber mas de ti

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  2. Adolfo estas fotos son extraordinarias, y vives cada momento, te felicito amigo, un saludo de La bella dama desde Panama.

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  3. Gratamente impresionada

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